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CARTA A SU HERMANA MARGARITA RELATIVA A

Su obra

Obra pastoral

 

El Venerable Francisco Valdés fue un pastor en el sentido del Evangelio. Cuidó de todos y de cada uno en su feligresía, atento a sus necesidades espirituales, laborales, sociales, familiares y humanas. Esa preocupación la sintieron especialmente los más necesitados, aun cuando nadie estuvo fuera del alcance de su corazón de pastor.

Su labor pastoral más profunda fue la oración confiada, permanente por cada uno de sus feligreses. Quitaba horas a su descanso por esta oración. Pero luego venía su incansable actividad como pastor. Se entregaba a su feligresía dando consejos, administrando los sacramentos, hablando de Dios, y ampliando los horizontes culturales y espirituales de todos.

 

En su extensa labor pastoral, pueden destacarse:

En Pucón

Fundación de la Cruzada Eucarística para evangelizar a la infancia, rezando con los niños. Para los adolescentes estableció el Aspirantado de la Acción Católica. Organizó la Juventud Católica Femenina. Pero lo que más hizo fue rezar por su inmensa parroquia y por cada uno de los a él encomendados… El padre Francisco sabía que: “La influencia que uno pretende hacer en un alma no depende de uno, y sólo puede ser indirecta, subconsciente. Sólo la oración tiene resultado en el orden de la Gracia…”

Nuevos consagrados para la Iglesia en Osorno

En 1958, monseñor Valdés viajó a Europa y Norteamérica a pedir apoyo para conformar un clero para su diócesis ya que la mayoría de los sacerdotes, religiosas y religiosos eran ancianos o estaban enfermos. Incluso debió reemplazar a los padres capuchinos bávaros por capuchinos holandeses, franceses, belgas y españoles.

De este modo, fue poblando la diócesis con nuevas fuerzas evangelizadoras venidas de Alemania, Italia, Bélgica, Holanda, etc., muchas de las cuales se extendieron más allá de Osorno, dando frutos de amor y fe en varios puntos del país.

 

Incorporó a Osorno los capuchinos venidos de Holanda en 1958 y de Bélgica en 1960, los Hermanos Capuchinos Penitentes de Bökel, también venidos de Bélgica en 1960, clero diocesano de Alemania (algunos de ellos completaron en Chile sus estudios), religiosas de la Congregación de Santa Marta (venidas de Italia y que fundaron un colegio para mujeres en Osorno), jesuitas norteamericanos que se harían cargo del Colegio de hombres San Mateo de Osorno, las Hermanas del Sagrado Corazón (dedicadas al trabajo con los más necesitados), las Hermanitas de la Asunción (que velarían por los enfermos y desposeídos), las Hermanas Misioneras Catequistas de Boroa, las Carmelitas Descalzas Contemplativas (que fundaron el monasterio de Osorno), las Hermanas de la Preciosa Sangre, las Hijas de la Caridad, las Hermanas Franciscanas Misioneras de María que se encargaron de la administración de Caritas Chile. 

Incorporó también movimientos laicales como Amicat, los Cursillos de Cristiandad y la Legión de María, alentando de este modo la participación de los laicos en la Iglesia.

De mucha importancia en Chile fue la incorporación en 1967 del movimiento de los Focolares, a partir de su encuentro personal con Chiara Lubich, su fundadora. El Venerable Francisco Valdés veía en la espiritualidad de este movimiento una respuesta a la necesidad de unidad que percibía en nuestro país.

Una catedral para Osorno

El terremoto de mayo de 1960 con epicentro en Valdivia, destruyó la iglesia–catedral de Osorno. Quince años tardaría el obispo en reunir fondos para erigir un templo digno de la diócesis, lo que consiguió con mucho esfuerzo y el apoyo fiel de la comunidad de Osorno y de benefactores de dentro y fuera del país.

En noviembre de 1977, monseñor Valdés consagró la nueva catedral acompañado de todos los obispos de Chile. El proyecto, inspirado en el estilo gótico, fue obra del arquitecto León Prieto Casanova.

 

En la homilía de la misa de consagración, el obispo expresó:

 

La catedral erguida en medio de la ciudad y en el lugar de honor al costado oriente de la Plaza de Armas, será para todos los que a ella acuden, a cualquier hora del día, un refugio espiritual en medio de la cotidiana agitación. Un asilo de paz, una fuente de inspiración sagrada y de consuelo por el maravilloso simbolismo que representa: una imagen de la Jerusalén Celestial durante las jornadas de peregrinación terrestre hacia la Patria verdadera.

Al morir monseñor, la torre de la catedral estaba aún inconclusa y como se temía que no se concluyera, toda la comunidad se unió para impulsar la obra. Hoy la torre se levanta hacia el cielo como dos manos unidas en oración por la ciudad.

Años después de la muerte del querido obispo, gracias a los aportes conseguidos por la Fundación Monseñor Francisco Valdés Subercaseaux, en 2007 se instalaron vitrales y en 2011 se adornó la fachada principal con mosaicos del artista Juan Echenique.

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